Es uno de los indígenas más conocidos a lo largo de la historia. Pertenece a la tribu de los Sonene, que tenían su territorio en el Alto Tambopata y Heath, por las zonas ribereñas de Astillero, Guacamayo, Tavara, Candamo entre otras. La ferocidad de la tribu de los Sonene se remonta al año 1915, periodo en el cual se conoció el horrendo crimen que fue víctima el norteamericano Nelson y sus tres acompañantes, ocurrido en el río West, tributario del Távara.
Todos los indicios indican que el motivo de la matanza era que querían apropiarse desus hijos y los mataron a flechazos.
El crimen quedó en el olvido, nunca se investigó y castigó a los culpables.
La fama de Shajaó tuvo uno de sus episodios más sonados, con la muerte del misionero Fray Manuel García Marina, en momentos que bebía agua en un riachuelo.
Shajaó, primero hirió levemente al sacerdote en un brazo y cuando el sacerdote le pedía que se detenga, le desencajó otros dos disparos que resultaron mortales.
Meshi, otro nativo que observó el acto criminal, se enfrentó a Shajaó y luego de una ardua lucha escapó por el monte.
El fue quien contó lo ocurrido. Nakuatzahua y la mujer de Shajaó sepultaron al misionero en la playa en la orilla del riachuelo, siendo ayudados por Chayo, hijo de Shajaó, a pesar que este colaboró en el crimen.
Pasaron algunos días y se observó una escena macabra, los gallinazos devoraban los restos que previamente habían desenterrado.
Posteriormente, se conoció que Shajaó victimó al sacerdote porque creía que lo iban a detener para castigarlo, por haber robado a otros nativos.
La rutina de Shajaó siguió en el monte, asaltando y robando a otras tribus.
En una de sus incursiones, raptó a nueve mujeres; cuando rescataron a tres de ellas después de un violento y sorpresivo ataque, murió Jonia, hermano de Shajaó.
El viaje de Puerto Maldonado a Astillero, era una travesía de mucho riesgo, por los continuos ataques que cometían los nativos contra indefensos pasajeros para robar sus pertenencias.
La guarnición de Astillero recibió la orden de la Prefectura de fusilar a los delincuentes.
En una ocasión liquidaron a tres y en otra a doce; la orden era terminante porque la zona se convirtió en insegura y peligrosa.
Su última fechoría fue la muerte del guardia Enrique Díaz. en el año de 1945, que le valió una tenaz persecución y su captura.
El curaca Shajaó, fue procesado por el delito de homicidio y llevado a Puno, internado en el hospital San Juan de Dios, desde su llegada a la ciudad lacustre por encontrarse sumamente enfermo.
Murió en el mismo Centro de Salud a consecuencia de una grave dolencia bronco pulmonar.